El represor negó todos los cargos que se presentaron contra él y avisó: «Si quieren que explique lo que hice, que me juzgue un tribunal militar».
«Nunca voy a pedir perdón por defender a mi patria». La estremecedora frase pertenece nada menos que a Alfredo Astiz, uno de los jefes militares que secuestró, torturó y mató a miles de inocentes durante la última dictadura militar. Fueron las «últimas palabras» que se le concedieron en el marco del tercer juicio oral que se lleva adelante por los crímenes ocurridos en el mayor centro clandestino de detención en esa época, la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
«No reconozco a este tribunal ninguna capacidad punitiva sobre mi persona. Me encuentro preparado para recibir otra ilegítima condena, que va a ser como una nueva condecoración», afirmó el ex oficial de la Armada ante los jueces del Tribunal Oral Federal en lo Criminal y Correccional Nro. 5 (TOCF5) que comenzaron este juicio hace casi cinco años.
El llamado «ángel de la muerte», que se infiltró entre las primeras madres de la Plaza de Mayo que buscaban a sus hijos desaparecidos en la segunda mitad de la década del setenta, volvió a desconocer la jurisdicción de la Justicia civil para juzgarlo ya que para él debiera haber actuado la Justicia militar.
«Si quieren que explique lo que hice, que me juzgue un tribunal militar», expresó el ex capitán de fragata al negar la intervención de la Justicia federal, con jueces civiles, habilitada hace más de tres décadas por el fallecido presidente Ricardo Alfonsín al asumir la Presidencia tras la dictadura, en diciembre de 1983. Y, fiel al mismo libreto que mantuvo desde su detención en 1984, Astiz sostuvo que los represores de la dictadura cumplieron órdenes de sus jefes en el marco de una «guerra» contra los «subversivos».
